De Mundos pequeños y otros contrastes
El mundo de Milena es pequeño y suyo. Ella lo hace personal e inconfundible y se lo apropia para hacer “magia”, que es un modo de ser lo que no es y viceversa. En ese juego de contrastes está el pequeño mundo que la artista reordena a su manera para hacer de él un espacio compartido de lo real y lo imaginario.
Milena es Habanera, mejor Centro-Habanera de la calle San José y Aguila; zona densamente poblada donde se habla de balcón a balcón y la calle es un permanente hervidero. Ella convive con las sonoridades diversas que rompen el silencio arquitectónico de algunas de sus pinturas, para llenar de populosidad y vida los ambientes creados.
Desplazado el punto de vista hacia la Habana Vieja, la imagen es de una gama infinita de edades, sexos y razas. La ciudad múltiple y transcultural que monta a la virgen de Regla en la carroza del carnaval y la viste con los colores de Yemayá.
En los cuadros unos esperan, otros venden, otros “sueñan”, juegan o conversan; se trata de un compendio costumbrista de intensa variedad que parece revivir una vieja modalidad romántica ahora revelada con fuertes matices contrastantes: “Lo viejo” como pretexto, como un entorno histórico colonial recreado por la imaginación creadora.
Las zonas más hermozas de la Habana restaurada recientemente y otras a la espera de superar su deterioro actual, aparecen rehabilitadas visualmente en una especie de paraiso arquitectónico de tonos pasteles y balcones floridos. En ese entorno nuevo-viejo, real-imaginario; las escenas de todos los días resultan de un pintoresquismo peculiar, contrastante y satírico.
Milena encuentra en lo popular toda la “saviduría” y con ella deja a un lado el “ saber” del pintor de escuela para manejar con libertad los recursos compositivos y el color. Y es en ese encuentro con lo popular y en esa capacidad de hacer de la ciudad su espacio, donde su obra entronca con zonas históricas de alto valor para la pintura cubana.
El espacio y el tiempo son las claves de sus viceversas culturológicas. El primero histórico y actual, recreado e imaginado. El tiempo, actual y detenido en un ahora al parecer suspendido por la fabulación y la descripción. Los efectos de festividad, conflictos y esperanzas aparecen como ambientadores de la Habana y es en la re-figuración de esa imagen, que por conocida se nos revela nueva y diferente, donde radica la magia de estas pinturas.
En la mirada escrutadora de la artista hay un planteamiento sociológico y una postura crítica. La ciudad no es un escenario ni el pueblo es actor. Unos y otros interactúan en una proyección escenográfica, y es en la semántica de esa realidad donde se descubre al artista, que sin nostalgias ni pesimismos, crea del mundo real su pequeño mundo imaginario y personal, con sus matices y otros contrastes.
Palabras al catálogo por la Doctora en Artes, Yolanda Wood Pujols, para la exposición personal “Cosa Nuestra”, Galería Juan David, Habana, 1994